La limosna es una práctica que los cristianos debemos valorar siempre y en todo tiempo, pero mucho más en la cuaresma. Junto con el ayuno y la oración, Jesús nos la propone para que la incorporemos como parte de nuestro "plan cuaresmal". La lismona queda reforzada con la oración y, con el ayuno, se hace aún más auténtica. Nos pide, Jesús, en el Evangelio que sea una limosna sin llamar la atención, discreta y generosa, como la de la pobre viuda que echó más que nadie. La cuaresma es tiempo para redescrubrir y practicar la limosna en el trato, en el servicio, con palabras, gestos y actitudes.