La primera morada, como nos guía Teresa de Ávila, es el umbral del descubrimiento espiritual. Al enfocarnos en este viaje interior, alentados por la práctica de la oración y la meditación, nos preparamos para desmantelar las estructuras de miedo y para abrazar nuestra verdadera grandeza. En esta morada se gesta la posibilidad de un profundo cambio perceptivo —dejar atrás los inventos del ego y abrazar la realidad de nuestra esencia divina. El mensaje es claro: la transformación comienza con la honestidad y la valentía de mirar dentro de nosotros mismos y honrar nuestra verdad.