La actitud hacia el placer que nos ha proporcionado la estética, describe muy bien el carácter hedonista del pueblo mediterráneo, siempre dispuesto a dejarse llevar por los sentidos. Quizá por ello, en tiempos de Homero, la palabra griega para amor designaba no sólo el deseo sexual sino el apetito de comer y beber y servía para describir cualquier impulso relacionado con el placer de la vida.