✝️ Siendo mesiánico, el Salmo 22 describe la agonía de nuestro Señor Jesucristo, cuando estaba en la cruz del Calvario pagando el precio de nuestras rebeliones. Por amor a nosotros, tomó la copa de la ira de Dios, y en su padecimiento exclama: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (v1). No hay sufrimiento tan doloroso, angustia tan grande para el Hijo, que el sentirse apartado, separado del Padre al cargar con el peso del pecado de toda la humanidad.
🛐 En medio del padecimiento, Cristo encuentra aliento en la santidad de Dios (v.3), pues este atributo también habla de su fidelidad y misericordia. Desde los cielos, el Señor escucha su clamor (v.5). Aunque se sentía “como gusano, y no hombre” (v.6), su cuerpo como una masa de agonía en dolores de la crucifixión. Isaías profetizó “no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, más sin atractivo para que le deseemos” (Is 53:2). Su cuerpo fue molido por nuestras rebeliones, desfigurado por nuestro pecado.
🙏🏻 En la cruenta cruz, Jesucristo estaba distendido hasta llegar a descoyuntarse sus huesos (v.14). Las manos y pies clavados al madero, partes del cuerpo sensibles por la cantidad de tendones, produciendo un dolor inexplicable, a tal magnitud de sentir, que su corazón se derretía en sus entrañas (v.14). Su cuerpo había sido lacerado, azotado, desnudado y levantado sobre el áspero madero, colgando de clavos, “contar puedo todos mis huesos” (v.17).
📖 Cuán amarga fue tomar la copa de ira de Dios. Y en medio de su sufrimiento, sus adversarios le escarnecieron, se burlaron de Él (v.7-8,17b). “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (v.18, Mt 27:35; Mr 15:24; Lc 23:34 y Jn 19:24) en una forma de hacer ver que para ellos era más valiosa una túnica sin costuras, que el Verbo de Dios encarnado a quién pertenecía.
🙇🏻♀️ Aquella cruz que era símbolo de maldición, levantó al Rey de Gloria. Jesucristo menospreció el oprobio, y por el gozo puesto delante de Él, sufrió la cruz, (He 12:2) para que nosotros, hoy por la fe, tengamos vida eterna en Él. Alabemos al Dios Todopoderoso, busquemos su rostro, anunciemos su justicia (v.26,31), porque Él vive y reina por los siglos de los siglos, es la roca de nuestra salvación.