No es un secreto que, muchas veces, nos mentimos.Mentimos frente al espejo.Mentimos al decir cosas que no sentimos.Mentimos cuando comemos lo que no queremos, cuando aceptamos lo que jamás soñamos, cuando callamos lo que necesitamos decir.Mentimos… casi siempre mentimos.Y también mentimos cuando pretendemos amarnos solo para estar con alguien, o para sostener una dinámica del ego que no nos construye.
No hay culpables.Son acciones inconscientes, hábitos que repetimos sin cuestionarlos. Nos acostumbramos a ello porque nos cuesta confrontarnos, nos cuesta hacernos las preguntas difíciles, trabajar nuestras inseguridades, mirarnos sin máscaras. Y así, por evitar ese proceso interno, nos limitamos a resurgir.
Al final, somos los creadores de aquello que evitamos por dolor o temor.Somos los responsables de la inestabilidad emocional en relaciones fallidas, porque no sabemos cómo amarnos, y aun así intentamos amar a otros por encima de nosotros mismos.
