A los 13 años, Luis enfrentó la amputación de su brazo izquierdo. El dolor, el miedo y la incertidumbre lo acompañaron durante años. Pero un día, decidió cambiar la pregunta: en lugar de enfocarse en lo que no podía hacer, se preguntó si la vida le alcanzaría para todo lo que sí podía hacer. Me confiesa: “El día que me acepté, mi relación con el mundo cambió.”
Luis es la prueba de que las respuestas no están predeterminadas. Que incluso en la pérdida, hay espacio para construir. Que aceptar lo perdido no es resignarse, sino empezar de nuevo. “Estaba preocupado por todas las cosas que no podría hacer, hasta que comprendí que no me iba a alcanzar la vida para hacer algunas de las que sí podía hacer. Dejar de centrarnos en lo que no podemos, para enfocarnos en todo lo que sí podemos…”
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Mis dos libros:
• Un elefante en la habitación.
• Poder ser
