La dualidad que vive cada miembro de la especie reina, la que todo el mundo advierte como civilizada por ser creadora de su propio mundo, no es otra que la de vivir en un escenario donde su instintiva animalidad, la misma que siempre lo empuja a mostrar esa cara primitiva representada en su violenta coexistencia con sus semejantes, y la lucha interior que libra su alma civilizada y construida por sus inventos culturales, que hacen de él un híbrido: mitad bestia, mitad hombre. La civilización humana no ha podido erradicar del cerebro humano, muy a pesar de todo el proceso cultural desarrollado durante su existencia, de la violencia como motor de casi toda la interacción humana.