Nicodemo, un hombre líder religioso de los judíos busca a Jesús. Jesús le habla a cerca de nacer de nuevo, él le dice que este nuevo nacimiento es un acto de Dios y que así como Moisés levantó la serpiente en el desierto (números 21:4-9) así es necesario que él sea levantado. Jesús se refiere cuando en una ocasión Israel se había rebelado y había hablado contra Dios y contra Moisés, Dios envió serpientes ardientes entre el pueblo, las cuales mataron a muchos. Cuando el pueblo confesó sus pecados, Moisés oró por ellos. Dios ordenó a Moisés que hiciera una serpiente ardiente y la pusiera sobre una asta; y el que viera a ella viviría.
Jesús compara esa ocasión con lo que él había sido enviado a hacer por la humanidad: En ambos casos la muerte amenaza como castigo del pecado. En ambos casos es Dios mismo el que, en su gracia soberana, provee un remedio. En ambos casos el remedio consiste en algo/alguien que debe ser levantado a la vista de todos. En ambos casos todos los que, con corazón creyente, miran a lo que es levantado, son curados. El “levantamiento” del Hijo del Hombre se presenta como una necesidad. No es un remedio más; es el único remedio posible para el pecado. Este es el mensaje del Evangelio.
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