La historia de la mujer samaritana es la historia de nuestra conversión, antes de venir a Cristo tuvimos una sed insaciable y no encontrábamos nada que satisficiera permanente nuestra sed. Al oír de Dios no le conocimos completamente, fuimos conociéndolo a medida que él se fue revelando poco a poco a nuestras vidas, y al igual que la mujer samaritana llego un momento donde ya no pudimos con el peso, la vergüenza de nuestra culpa, y finalmente vinimos a Cristo.
Nuestro caminar cristiano no es muy distinto, el Espíritu Santo en nosotros dice su palabra nos convence de pecado, nuestra conciencia nos recuerda que necesitamos su perdón, y al igual que como Jesús le ofreció agua viva a esta mujer, Dios nos llama constantemente a regresar a esa fuente una y otra vez. Los problemas más grandes que tenemos vienen de llevar nuestra sed a que sea saciada en otras fuentes, en vez de saciarla en Jesús