Jesús llega a Jerusalén donde había un estanque que en hebreo se llama Betesda, alrededor de él se hallaban cientos de enfermos y entre ellos un hombre inválido que llevaba enfermo 38 años. Si había alguien en ese día con el poder de decirle a todos, “párense y sean todos sanos” ese era Jesús. Sin embargo, él se dirigió hacia aquel hombre diciéndole ¡levántate, toma tu camilla y anda!; y a continuación el relato nos dice que al instante aquel hombre quedó sano. Esta recuperación no es ni gradual ni parcial, cuando Jesús pronunció la palabra, el cuerpo de aquel hombre recibió nuevo poder y energía, y tomó su camilla, y anduvo.
Este es nuestro Dios todo poderoso, él da una orden y al instante su orden se cumple.