El capítulo 6 del Evangelio de Juan revela probablemente con más claridad que ningún otro pasaje de la Escritura, la clase de Mesías que el pueblo quería; uno que fuera capaz de satisfacer sus necesidades físicas y estuviera dispuesto a hacerlo. Cuando vieron en Jesús un obrador de milagros; quien multiplicó los panes y los peces y les dio de comer hasta quedar saciados, creyeron que él cumpliría sus esperanzas y querían llevarselo para coronarlo rey; sin embargo, vemos que Jesús se aparta al monte a estar sólo.
Estas personas al ver frustrados sus planes, al día siguiente llenos de entusiasmo y con la clase de fervor que se apodera de una multitud, lo dejan todo y cruzan en barcas para ir a buscar a Jesús. Al encontrarlo, Jesús con tierna gracia y paciencia les enseña acerca de la salvación que necesitan y que sólo Dios les puede dar; pero ellos al escucharle, se fueron dando cuenta que él no era lo que ellos habían imaginado y encontramos que las masas le vuelven la espalda y deciden no seguirle más.
¿A caso no sabía Jesús que esto sucedería, que aquella multitud a la que alimentó un día después le iba estar dando la espalda? ¿Sabía Jesús que estas personas buscaban un Mesías político y que rechazarían al verdadero Mesías? ¡Claro que lo sabía! y sin embargo, un día antes les alimentó y con mucha paciencia y amor les habló de su misión de salvación.
A ti este día Dios no sólo te ha dado pan y ha provisto para tus necesidades, él ha multiplicado los días de tu vida: Tú, ¿serás de los que seguirá a Jesús en tanto que él cumple todos tu deseos, en tanto él haga lo que tú quieres y esperas de él? o puedes decir hoy, este día; a pesar de la adversidad, como dijo Pedro: ¡Señor a dónde iré sólo tú tienes palabras de vida eterna!
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