La victoria de la derecha dura en las últimas elecciones de Suecia augura un cambio radical en la política de puertas abiertas que ha hecho tambalear el estado de bienestar y generado un serio problema de orden público. El partido Demócratas de Suecia necesitará coaligarse con otras formaciones de centro-derecha pero ha logrado captar el descontento de una buena parte de la población sueca cansada de soportar colectivos que lejos de integrarse y aportar al país, suponen una amenaza a la convivencia además de drenar los recursos públicos. La formación de Jimmie Akesson apunta también a poner freno a la deriva globalista del país, sometido por lobbies trans, ecologistas extremos y antiliberales. Se abre con Suecia una posible tendencia política de cambio en Europa, ya presente en Hungría y Polonia, dirigida a hacer prevalecer los intereses de los ciudadanos nacionales sobre cualquier consideración.