No importa cuán densas sean las tinieblas espirituales que circundan este mundo, tú y yo debemos brillar para la gloria de Dios. Brillar para Cristo significa que la luz del amor de Dios, brillando a través de nosotros: 1) se manifestará públicamente en palabra y obra; 2) servirá de guía a aquellos con quienes nos relacionamos, y 3) también servirá como una señal que advertirá a otros del peligro de caminar en tinieblas. Recuerda que ni tú ni yo somos luz, sino reflectores, colocados en este mundo con la misión de iluminar a otros; la misión es darles a conocer "la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo". Sé luz y sal.