En nuestro viaje a Washington DC nos topamos con un monumento peculiar, el monumento a los caídos en la guerra de Vietnam. Es un memorial en forma de V, hecho en granito negro pulido y en donde tiene esculpidos los nombres de los más de 50.000 estadounidenses que murieron en esta fatídica guerra (1955- 1975). Al momento de su inauguración en 1982, muchas personas criticaron severamente el monumento ya que les parecía que era algo muy simple para honrar a los caídos en Vietnam. Sin embargo, cuando la gente iba a visitar el monumento había algo que los cautivaba, cuando se acercaban a ver los nombres inscritos en la pared, la gente miraba su reflejo. Y esto era precisamente lo que buscaba la arquitecta que lo diseño, que cada persona se viera reflejada en los nombres, es decir, en las vidas, de todos aquellos soldados, médicos y enfermeras que murieron en la guerra.
Al ver esto, fue imposible no pensar en la Cruz de Cristo, el monumento más grande que se ha levantado en la historia. Un monumento al amor, al perdón, a la gracia y misericordia divina. Cuando vemos a la cruz, podemos vernos reflejados en ella, y pensar que aquel que murió en ella, lo hizo por amor a cada uno de nosotros. La Cruz es un Monumento a los caídos.