“Te quiero con toda mi alma, hijito; lo mejor que tengo para darte es la libertad. No lo olvides nunca” –con el que me despidió esa noche de horrores entre el mimbre. Entonces me envolvió un perfume salado de recuerdos devolviéndome la paz. Lloré por las noches en que traté de justificar mi esencia de huérfano. Lloré. Amarga y pausadamente, hasta que los ojos dejaron de dolerme..."