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Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Desde siempre y por siempre Tú eres Dios (Sal 89,1-2).



Señor, mira con amor a tu familia, y a los que moderan su cuerpo con la penitencia, aviva en su espíritu el deseo de poseerte.



Salmo 33  «Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostros no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias. Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores para borra de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los abatidos».



Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.



«Los preceptos del evangelio, queridos hermanos, no son otra cosa que las enseñanzas divinas, fundamentos que edifican la esperanza, cimientos que corroboran la fe, alimentos del corazón, garantía para la obtención de la salvación: ellos instruyen en la tierra a las mentes dóciles de los creyentes y los conducen a los reinos celestiales...



Señor, tú siempre estás conmigo y muchas veces yo no he estado contigo, por vivir volcado hacia mis propios intereses. Ayúdame a ser siempre fiel a tus preceptos y a tu amor, para reconocer siempre tu presencia fiel y alentadora que me llama a la santidad. Te lo pido por Jesucristo, nuestro Señor. Amén