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«La Ley del Señór es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante» (Sal 18,8).



«Dios, Padre eterno, vuelve hacia Ti nuestros corazones, para que, consagrados a tu servicio, no busquemos sino a Ti, lo único necesario, y nos entreguemos a la práctica de las obras de misericordia».



«Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48).



Salmo 118, 1-2. 4-5. 7-8

Dichoso el hombre de conducta intachable,

que cumple la ley del Señor.

Dichoso el que es fiel a sus enseñanzas

y lo busca de todo corazón.

Tú, Señor, has dado tus preceptos

para que se observen exactamente.

Ojalá que mis pasos se encaminen

al cumplimiento de tus mandamientos.

Te alabaré con sincero corazón,

cuando haya aprendido tus justos mandamientos.

Quiero cumplir tu ley exactamente.

Tú, Señor, no me abandones.



Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.



«Comprende las circunstancias y sé prudente. ¿Cuántos blasfeman contra tu Dios? Oyéndolo tú, ¿no lo oye Él? Lo sabes tú, y ¿lo ignora Él? Y con todo hace salir el sol sobre los buenos y los malos, y hace llover sobre los justos e injustos (Mt 5,45). Muestra su paciencia, difiriendo el ejercicio de su poder. Reconoce tú también las circunstancias y no dejes que los ojos se enciendan enojados... Tienes algo que hacer. Evita los altercados y dedícate a la oración. No devuelvas insulto por insulto, antes bien ora por quien te insulta.



Haz que seamos más humildes, Señor, pues la soberbia es el principal obstáculo para que podamos entrar en comunión contigo y

con nuestros hermanos y así crecer en el camino de la santidad, te lo

pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.