«Asegura mis pasos con tu promesa. Que ninguna maldad me domine» (Sal 118,133).
«Penetrados del sentido cristiano de la Cuaresma y alimentados con tu Palabra, te pedimos, Señor, que te sirvamos fielmente con nuestras penitencias y perseveremos unidos en la plegaria».
«Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia» (Sal 15,11).
Salmo 147: «Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Israel, que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. Él envía su mensaje a la tierra y su palabra corre veloz, manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza. Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos».
Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.
«Y ya que en la voluntad de Dios está la vida, no podemos dudar lo más mínimo de que nada encontraremos que nos sea más útil y provechoso que aquello que concuerda con el querer divino, vida de nuestra alma. Procuremos con solicitud no desviarnos en lo más mínimo de la voluntad de Dios»
Dios todopoderoso y eterno, somos tus siervos, haz que te escuchemos como a nuestro Señor; somos tus hijos, haz que te escuchemos como Padre; que enmendemos nuestros caminos y los ajustemos a tus designios y tu voluntad, para amarte con todo el corazón y con todas nuestras fuerzas. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de
los siglos. Amén.