«Yo confío en el Señor. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. Te has fijado en mi aflicción» (Sal 30,7-8).
«Oh Dios, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos: concede a tu Iglesia la ayuda de estos auxilios del cielo sin que le falten los necesarios de la tierra».
«Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que guardéis y cumpláis mis mandatos, dice el Señor» (Ez 36,27).
Salmo 29: «Te ensalzaré Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir, cuando bajaba a la fosa. Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo. Su cólera dura un instante, su bondad de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo. Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre»..
Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.
«Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias»
Señor, haz que mi fe crezca cada día, que crea más en ti, que ponga
en ti toda mi confianza; de este modo, tú habitarás en mí y yo en ti;
sólo así podré evitar el pecado y vivir siempre en tu luz. Te lo pedimos
por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.