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«Oh Dios, sálvame por tu Nombre, sal por mí con tu poder. Oh Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras» (Sal 53,3-4).



«Señor, Tú que en nuestra fragilidad nos ayudas con medios abundantes, concédenos recibir con alegría la salvación que nos otorgas, y manifestarla a los hombres con nuestra propia vida».



«Por Cristo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados; el tesoro de su gracia ha sido un derroche para con nosotros» (Ef 1,7).



Salmo 88:

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,

anunciaré tu fidelidad por todas las edades.

Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,

más que el cielo has afianzado tu fidelidad.»



Sellé una alianza con mi elegido,

jurando a David, mi siervo:

«Te fundaré un linaje perpetuo,

edificaré tu trono para todas las edades.»



El me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios,

mi Roca salvadora.»

Le mantendré eternamente mi favor,

y mi alianza con él será estable.



Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.  



Haz Señor que vivamos siguiendo los caminos de tu verdad y no siguiendo nuestros propios caminos, pues tus caminos de Verdad conducen a la salvación, a la felicidad plena, mientras que nuestros caminos conducen a una alegría pasajera, hueca. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén



Señor, haz que la lámpara de mi corazón se encienda siempre en ti y que, con la luz que has encendido en mi interior, pueda iluminar a mis hermanos y compartir el calor que tú mismo has infundido  en mi corazón. Te lo pido a ti, luz del mundo. Amén