«Sálvame, Señor, ten misericordia de mí. Mi pie se mantiene en el camino llano. En la asamblea bendeciré al Señor» (Sal 25,11-12).
«Señor, Padre santo, que, para nuestro bien espiritual nos mandaste dominar nuestro cuerpo mediante la austeridad; ayúdanos a librarnos de la seducción del pecado, y a entregarnos al cumplimiento filial de tu santa Ley».
«Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo, dice el Señor» (Lc 6,36).
Salmo 78
«Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados. No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados. Socórrenos, Dios Salvador nuestro, por el honor de tu nombre. Llegue a tu presencia el gemido del cautivo, con tu brazo poderoso salva a los condenados a muerte. Mientras nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño, te daremos gracias siempre, cantaremos tus alabanzas de generación en generación».
Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.
Buen Jesús, que te retiraste cuarenta días en el desierto para preparar tu misión entre nosotros, permíteme que tu ejemplo sea un espejo donde verme reflejado durante esta cuaresma. Yo también sé que debo prepararme para cada momento de mi vida, sé que junto a Ti puedo tomar la fuerza que necesito para vivir como quiere el Padre.
Haz de mi corazón una esponja capaz de encogerse ante los fallos
y las faltas, de manera que pueda encaminarme hacia ti, pues mi
dureza y mis mediocridades han encallecido mi corazón, y lo han vuelto
insensible a tu voz y a tu presencia en mi prójimo. Te lo pido a ti, único
Amor verdadero, que vives y reinas por los siglos de los siglos.