«Cristo es mediador de una alianza nueva; en ella ha habido una muerte; y así los llamados pueden recibir la promesa de la vida eterna» (Heb 9,15).
«Escucha nuestras súplicas, Señor, y mira con amor a los que han puesto su esperanza en tu misericordia; límpialos de todos sus pecados, para que perseveren en una vida santa y lleguen de este modo a heredar tus promesas».
Salmo 39
Sacrificios, Señor, tú no quisiste,
abriste, en cambio, mis oídos a tu voz.
No exigiste holocaustos por la culpa,
así que dije: “Aquí estoy”.
En tus libros se me ordena
Hacer tu voluntad;
esto es, Señor, lo que deseo:
tu ley en medio de mi corazón
He anunciado tu justicia
en la gran asamblea;
no he cerrado mis labios,
tú lo sabes, Señor.
No callé tu justicia,
antes bien, proclamé tu lealtad y tu auxilio.
Tu amor y tu lealtad no los he ocultado
a la gran asamblea.
Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.
Te damos gracias, Señor, porque sentimos, vivimos, entendemos; pero sobre todo te damos gracias por el don de la fe y por nuestra vida nueva en Cristo. Sin él, nada nos aprovecharía; con él, todo adquiere su plenitud. Gracias, Señor.
Dios todopoderoso y eterno, somos tus siervos, haz que te escuchemos como a nuestro Señor; somos tus hijos, haz que te escuchemos como Padre; que enmendemos nuestros caminos y los ajustemos a tus designios y tu voluntad, para amarte con todo el corazón y con todas nuestras fuerzas. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.