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«Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. Soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo» (Sal 21,20.7).



«Señor, tú que realizas sin cesar la salvación de los hombres, y concedes a tu pueblo en los días de Cuaresma gracias más abundantes, dígnate mirar con amor a tus elegidos y concede tu auxilio protector a los catecúmenos y a los bautizados».



Jeremías 31, 10. 11-12ab. 13



Escuchen, pueblos, la palabra del Señor,

anúncienla aun en las islas más remotas:

“El que dispersó a Israel lo reunirá

y lo cuidará como un pastor a su rebaño”.



Porque el Señor redimió a Jacob,

Y lo rescató de las manos del poderoso.

Ellos vendrán para aclamarlo al monte Sión

y vendrán a gozar de los bienes del Señor.



Entonces se alegrarán las jóvenes, danzando,

se sentirán felices jóvenes y viejos,

porque yo convertiré su tristeza en alegría,

los llenaré de gozo y aliviaré sus penas.



Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.  



«Dios se deja ver de los que son capaces de verle, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen ojos, pero algunos los tienes bañados de tinieblas y no pueden ver la luz del sol» (Libro I, 2,7).



«Que tus obras tengan por fundamento la fe, porque creyendo en Dios, te harás fiel» (Coment. al Salmo 32)



Señor, que nunca me aleje de ti, pues lejos de ti, todo es tiniebla, oscuridad y frío. Que pueda gozar siempre de tu luz, pues sólo en ella y con ella podré ver los acontecimientos de mi vida como tú los ves, y vivir en plenitud la vocación a la felicidad que me has dado. Te lo pido a ti, Camino, Verdad y Vida, que vives y reinas por los siglos de los siglos.  Amén.