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«Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos. Mira si mi camino se desvía, guíame por el camino recto» (Sal 138,23-24).



«Señor, tú que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido, atrae hacia Ti nuestros corazones y abrásalos en el fuego de tu espíritu, para que permanezcamos firmes en la fe y eficaces en el bien obrar».



«Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor» (Sal 118,1).



Salmo 1

Dichoso aquel que no se guía

Por mundanos criterios,

que no anda en malos pasos

ni se burla del bueno,

que ama la ley de Dios

y se goza en cumplir sus mandamientos.



Es como un árbol plantado junto al río,

que da fruto a su tiempo

y nunca se marchita.

En todo tendrá éxito.



En cambio los malvados

serán como la paja barrida por el viento.

Porque el Señor protege el camino del justo,

y al malo sus caminos acaban por perderlo.



Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.



San Agustín dice:



«El hombre se perdió por primera vez a causa del amor a sí mismo. Pues si no se hubiese amado a sí mismo y hubiese antepuesto a Dios a sí mismo, hubiera estado siempre sometido a Dios; no se hubiera inclinado a hacer su propia voluntad descuidando la de Dios.



Señor, sé muy bien que no me hallo distante de ti por el espacio sino por el corazón y que amándote es como verdaderamente estoy cercano a ti. Ayúdame a vencer mis egoísmos y mis tibiezas, para amarte con todo el corazón y así estar siempre y en todo lugar muy cerca de ti, Verdad y Amor verdadero, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.