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«A Ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado; sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo» (Sal 30,2.5).



«Concédenos, Dios Todopoderoso, que, purificados por la penitencia cuaresmal, lleguemos a las fiestas de Pascua con perfecto espíritu de conversión».



«Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados» (1 Jn 4,10).



Salmo 104

Cuando el Señor mandó el hambre sobre el país

y acabó con todas las cosechas,

ya había enviado por delante a un hombre:

a José, vendido como esclavo.

Le trabaron los pies con grilletes

y rodearon su cuerpo con cadenas,

hasta que se cumplió su predicción,

y Dios lo acreditó con su palabra.

El rey mandó que lo soltaran,

el jefe de esos pueblo lo libró,

lo nombró administrador de su casa,

y señor de todas sus posesiones.



Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.



Señor y Dios mío, mi única esperanza, no permitas que deje de buscarte por cansancio, sino que te busque siempre con renovada ilusión. Tú que hiciste que te encontrara y me inculcaste ese afán para sumergirme más y más en ti, dame fuerzas para continuar en ello. Haz que me acuerde de ti, que te comprenda, que te ame.



Conviértenos a ti, Dios salvador nuestro, y ayúdanos a progresar en el conocimiento de tu palabra, para que así la celebración de esta Cuaresma dé en nosotros fruto abundante. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, quien contigo vive y reina en unidad con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.