«El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas» (Sal 144,8-9).
«Señor, Dios nuestro que, por medio de los sacramentos, nos permites participar de los bienes de tu Reino ya en nuestra vida mortal: dirígenos tú mismo en el camino de la vida, para que lleguemos a alcanzar la luz en la que habitas con tus santos».
Salmo 102
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice al Señor, alma mía,
y no te olvides de sus beneficios.
El Señor perdona tus pecados
y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida del sepulcro
y te colma de amor y de ternura.
El Señor no estará siempre enojado,
ni durará para siempre su rencor.
No nos trata como merecen nuestras culpas,
ni nos paga según nuestros pecados.
Como desde la tierra hasta el cielo,
así es de grande su misericordia;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.
Haz, Señor, que aprendamos a dar y a darnos a nosotros mismos, siguiendo e imitando el ejemplo de Cristo, que se entregó libremente por la salvación de todos. Que también nosotros empeñemos nuestro ser al servicio de tu plan de salvación sobre todos, con generosidad y con alegría, pues tú amas al que da con alegría.
Señor, haz que tu pueblo vaya penetrando debidamente el sentido de la Cuaresma y se prepare así a las fiestas pascuales, para que la penitencia corporal, propia de este tiempo, sirva para la renovación espiritual de todos tus fieles. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, quien contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.