«Tengo los ojos puestos en el Señor, porque Él saca mis pies de la red. Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido» (Sal 24,15-16).
«Señor, Padre de misericordia y origen de todo bien, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor a tu pueblo penitente y restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de nuestras culpas».
Salmo 18 «La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos».
Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.
«El que beba del agua que yo le daré –dice el Señor– no tendrá más sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4,13-14).
Haz, Señor, que siempre cantemos y caminemos; que nunca nos dejemos vencer por la pereza o por el desánimo, sino que con gozo y esperanza emprendamos cada día nuestro camino, siguiendo tus huellas, en el camino verdadero, sin detenernos, sin volvernos nunca hacia atrás. Te lo pedimos a ti que eres el Camino que conduce a la Verdad y la Vida, y que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.