En su reposo. 16/11/2021. T9. E19.
“Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene”.
S. Juan 19:11
Autoridad
Las implicaciones teológicas de la declaración de Jesús en este versículo son amplias.
Pilato intentó disuadir a Jesús mostrándole su autoridad para condenarlo o liberarlo.
Buscaba desesperadamente un argumento para usar su autoridad a favor del maestro de Galilea pero Jesús parece rechazarlo a propósito.
Sin embargo, en esta interacción Jesús revela el origen y propósito de la autoridad.
La autoridad es recibida.
Nadie tiene autoridad en sí mismo. Para poseerla debió recibirla de alguien más.
Jesús establece esta verdad y por supuesto que señala hacia su Padre como el origen de toda autoridad.
Dios ha otorgado esa autoridad al hombre y este a su vez la delega a quienes están bajo su responsabilidad.
Pilato no tenía autoridad por ser quien era sino porque la había recibido del César, pero Jesús dice que incluso esa autoridad, la del emperador Romano, provenía directamente de Dios.
Dios es soberano en el universo. No hay autoridad igual y mucho menos superior a la suya.
Pero en segundo lugar Jesús establece el propósito de dicha autoridad.
La autoridad de Pilato sería usada en contra de Jesús, para que este pudiera morir en la cruz y así culminar el plan de salvación de la humanidad.
A final de cuentas, aquella autoridad de la que parece ufanarse en gobernador de Judea no es suya; y peor aún, no tiene ni idea que así fue planeada para que él la usara ordenando la muerte de Jesús.
Entonces, la autoridad tiene un propósito. Esta ahí para cumplir la voluntad del Soberano y todopoderoso Dios.
Conocer y aceptar estas dos grandes verdades nos llevará por el camino de la sumisión a la máxima autoridad, y al deseo ferviente de cumplir su voluntad con la mucha o poca autoridad que haya puesto sobre nuestros hombros.
Que así sea y que lo exaltemos por siempre.
Isaí Rodríguez Ruiz
