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Si es verdad que somos herederos estéticos de nuestro nombre y que esclavizarnos a la autoría de nuestros versos será nuestro legado, lo mejor será borrar cualquier rastro de él para preservar su silente inexistenciaen el poema.  Así de perdidos estamos y, por tanto, empezamos este programa ruculista invocando a un autor que de un solo hachazo desapareció su nombre de su obra publicada, nos referimos al poetay abogado Gregorio Jusid, amigo y discípulo de Juan Luis Martínez, quien le enseñó los gajes de ocultarse en el poema, dado que fundamentalmente, nadaexiste.

Rosa Espinoza, bajo la presión de una meditación profunda, nos trae un importante dato sobre el primer caso de plagio en la historia de la Grecia antigua y nos cuenta cómo asíel plagiario es quien usa esclavos ajenos.

En nuestra sección poesía sin vergüenza, leemos un poema de la reincidente Teresa Arnaiz , que nos lleva a tomarnos la crítica de salón radicalmente en serio y terminamosen una bifurca al peor estilo del lumpen literario : ¿Interesa la obra y no el autor? ¿la biografía hace mella en el  ejerciciopoético? Entre teoría literaria y postulados de interpretación no llegamos a ninguna verdad confiable que aporte al canon, pero por menos es una discusióntierna.

En la bitácora ruculista, continuamos en la competencia de aplausómetros para castigar todo argumento, hablando de la fuga del yo, la anonimia, el rastreo de las metáforas obsesivas de un autor y la pretensión de enormes poetas inclinados a la desaparición de su nombre.  No hayoriginalidad plena que le haga sombra al narcisismo poético.

 

Edición técnica: @pabloFante

Auspicia: @breakingwork