Nunca hemos tenido una casa, es cierto. Pero es justamente la ausencia del hogar la que nos ha hecho propietarios del mundo. Si no hay casa basta con cerrar los ojos para inventarnos una. Así recreamos en este capítulo Solentiname, patria idílica de poetas, artistas y campesinos. Nos dedicamos a cultivar el campo , las ideas y el ensueño. Como no sabemos realmente cómo hacerlo sostenible , invitamos a Jaime Quezada , quizá el único sobreviviente y real habitante de ese idilio. Quezada , tan cercano a Ernesto Cardenal, fundador de Solentiname , nos cuenta detalles escabrosos de cómo es vivir en el paraíso.
El Dato Rosa llega cargado de realidad y Rosa Espinoza nos demuestra que las mejores residencias literarias son siempre impuestas y forzadas. No hay Solentiname que se parezca a una prisión ni Dovstoieski que se haya ganado una beca de creación .
El consultorio poético , nos demuestra lo desesperada que está nuestra audiencia por hacerse de una comunidad poética que los motive a escribir en solidaridad, se habla del líquido amniótico , de la isla de la fantasía, de todos los lugares que el dinero puede comprar. La residencia lotería ideal se parece a una tarjeta de crédito.
En la bitácora Ruculista ideamos estados cuya jurisprudencia se basa en la palabra y en definir cuál sería el espacio deseable para devolverle cierta dignidad a las letras que nos nombran, una comunidad hecha para escribir , para hacer el amor , para crear, tal como lo fue la biblioteca de Alejandría, la isla de Hydra que fundara Leonard Cohen o el desierto de Sechura donde todos los fantasmas de ítaca entierran su corazón. Un lugar como el paraíso que Dante nunca conoció . ¿Dónde ubicaremos la residencia ruculista ? ¿Será acaso en una isla o el pétalo de un amor ? En la ilusión geopolítica de todos esos lugares que ya han desaparecido y tercos perduran en el recuerdo. No importa. Lo importante es inventar un lugar para seguir existiendo tonales, corvos , felices