Vivimos en una generación donde vemos los mismos tropiezos una y otra vez. Muchas personas han sido seducidas por el deseo de emprender. Esta tendencia en nuestra cultura no es ajena a la realidad de la vida cristiana. Pienso en eso al considerar muchas reuniones que he tenido con jóvenes y no tan jóvenes dispuestos a abandonar sus trabajos para buscar perseguir su independencia profesional y económica.
Una decisión como esta no debe tomarse a la ligera. Debemos entender que somos llamados a hacer todas las cosas para la gloria de Dios en respuesta a su evangelio (1 Co. 10:31). Así que si piensas abrir un negocio, déjame compartirte algunos consejos: