En su segunda epístola a los Tesalonicenses, Pablo aseguró a la iglesia que aún no estaban viviendo en el Día del Señor, es decir, que el juicio del fin de los tiempos aún no había comenzado. En 2 Tesalonicenses 2:3 dice, "Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición". Según el calendario de Dios, el Día del Señor y el juicio correspondiente no comenzará hasta que ocurran dos cosas: que ocurra una rebelión global y que se revele el Anticristo. Luego Pablo menciona lo que actualmente mantiene el mal bajo control: "Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo" (2 Tesalonicenses 2:6-8).