Sin dudas la parte cívica del golpe de 1976 sigue activa en la cuestión de fondo por más que las formas, al menos las más cruentas, se hayan modificado en los tiempos democráticos. Las inmediaciones del 24 obligan a sacudir un poco los recuerdos, sobre todo para aquellos que inducidos por el discurso facilista de la empatía con los poderosos, exhuman términos como dictadura, terrorismo o desaparecido, en las marchas zombi, como si fueran vocablos inocentes para la historia tan corta de la democracia recuperada.