Listen

Description

Dos “eventos” relacionados con los llamados derechos de propiedad intelectual surcaron las redes sociales la semana pasada: por un lado, un enorme corpus de fans del grupo surcoreano BTS, uno de los mayores fenómenos de la cultura popular mediática global de la última década, se enfrentó a Twitter y a la DMCA cuando la plataforma social, en respuesta a reclamos del policía de los contenidos, decidió retirar materiales elaborados por los y las fans —fanart— de esa banda que es mucho más que simple “K-Pop” (mira, por ejemplo, esto). La DMCA, acrónimo que Wikipedia traduce como Ley de Derechos de Autor de la Era Digital, es un recurso jurídico federal estadounidense que vigila “violaciones” en internet a los derechos de autor que dice proteger y permite a quienes violan esos derechos pasar el trance sin consecuencias si los contenidos transgresores son retirados de inmediato. El recurso jurídico es utilizado masivamente por plataformas como Twitter, Facebook, el buscador de Google y más que, ante un reclamo de la DMCA, ni siquiera preguntan: proceden a borrar el contenido “criminal” para quedar a salvo de consecuencias como las demandas por piratería. Pero en el caso que comentamos, un desarrollo ulterior permitió probar que la DMCA había secundado el reclamo procedente de un extraño grupo fascistoide y homofóbico (el “Team Copyright” presente en Facebook), que se autodesignó protector de la “propiedad intelectual” de otras personas, blandiendo un oscuro discurso de odio, y aprovechó que, dada la ausencia de consecuencias fiscales o penales, la DMCA no revisa los casos: procede al grito de denuncia y espera el inmediato retiro de lo que le ofende. ¿En qué acabó la historia? ¡Pasen a escuchar!



El otro caso procede del universo de los libros, específicamente de la industria editorial monopólica global en su vernácula encarnación mexicana. Es decir, un problema insignificante para el gigantosaurio editorial Penguin Random House (PRH), pero tremendamente significativo para el escritor Tryno Maldonado, cuya novela Temporada de caza para el león negro —un texto que desmonta el culto a la personalidad del artista genial según se reseña en Afterpost y que fue finalista de alguno de esos premiazos que construyen el culto a la personalidad del artista genial— fue publicada bajo la marca Alfaguara en “un tiraje superior a lo que soporta el mercado”. Eso es lo que dice la carta del editor PRH, hoy propietario del sello que fundara Camilo José Cela, y procede a avisarle al autor que los 1273 ejemplares que aún tiene en stock y que el mercado se niega a soportar, irán a dar a su programa de donaciones o serán destruidos. El autor pone el grito en el Twitter porque, qué barbaridad, eso de destruir libros es de nazis y el caso nos recuerda cómo fracasó en el Perú, a mediados de la década de los 2000, la Ley de Democratización del Libro y la Lectura, que proponía mecanismos legales para impedir esas destrucciones de stock y para forzar las donaciones de lo no vendido (lo que para el oligopolio es eufemismo) en país sin bibliotecas, a lo que el sector editorial se negó de tan intolerante y antidemocrática manera que saboteó aquella estrategia destinada a salvar la brecha nacional en cuanto a competencias lectoras (las pruebas PISA de la OCDE arrojaron para Perú resultados en el sótano latinoamericano; se puede leer aquí una crónica parcial de aquellos hechos).