Pascual Gil nos presenta la necesidad de una escuela basada en la razón y en el saber, la instrucción, que hace madurar a los alumnos más allá de la actual escuela emotivista que sólo apunta al bienestar y la satisfacción de un alumnos a menudo infantilizados. Nos señala la necesidad de una escuela exigente y cordial que acabe con la actual utopía escolar que se ha olvidado de ser del ascensor social para los más desfavorecidos.