Entre las múltiples bendiciones que me ha brindado la vida, está el contar con un grupo de colegas formados en un páramo paradisiaco, al que también le acompaño una época maravillosa de juventud.
Producto de los múltiples comentarios de inicios del año, salió un recuerdo de cuando en los confines de la costa, allá en lo más secreto de donde el mar besa al desierto, me perdí en la ensoñación de un concepto de mundo hijo de una ligera conversación en la nada con un Seri.
De esa anécdota, que enfatiza ya otros relatos de esas experiencias, nace este ensayo que me llevo a confines que escapan mi torpe comprensión.
Espero les agrade y será un placer escuchar sus comentarios.
Con cariño,
Alberto Oriza