El gran acto
Como una sombra, deambulaba dentro del teatro. A ratos estaba en la taquilla y vendía boletos. Luego huía tras bambalinas y la hacía de tramoyera. Era una sombra sin identidad ni voz. Cuando los actos iniciaban y el pesado telón escarlata se contraía, ella no estaba. Olvidó por completo que era la actriz principal de aquella obra. Sintió la presión en los camerinos, cuando escuchó que no tenía diálogos ni guiones.
Fue libre para escoger las palabras que más le gustaran, las que más le fueran gratas o elegantes; monstruosas o engorrosas. Pero no quiso decidir.
Un día no pudo abrir su camerino, porque perdió las llaves.
Otro día fue incapaz de llegar hasta al escenario, porque extravió el mapa.
Otro día más no supo a qué dedicarse dentro del teatro, porque olvidó su destino.
Ella es la actriz principal de su propia obra, de mil actos personales, de su libertad y sus consecuencias. Ella es, ella es.