El inicio de cada ciclo provoca un afán de esperanza. Queremos vestirnos de otros colores, evocar otros aromas. Es el comienzo, el recomienzo. Con cada ciclo, celebramos la perfección de los círculos de nuestras vidas. El trayecto será diferente y marcará otras periferias, pero su ser es redondo. Nos demuestra que no podemos alejarnos de nuestros orígenes. Podemos contar los ciclos con todo lo que poseemos, con los números que nos forman. Podemos contarlos también con nuestras letras. ¿Podemos contarlos, incluso, con números mágicos y perfectos?
