Pelear con sentido
¿Es la vida una lucha? Si lo es, ¿nos ofrece mieles o amarguras?
¿Es confiable nuestra lengua? Si lo es, ¿cómo explicar que a veces actúe como espada?
Y si la vida en efecto es una batalla, ¿esta enfrenta será contra el día a día y la trampa de la cotidianidad?
Nuestra mentalidad de guerra convierte las aventuras de cada jornada en un reto sin motivo ni sabor. Nuestro espíritu de lucha nos aleja de las bases. Olvidamos por completo lo que nos mueve. Lo que, en otro escenario, sí sería un motivo real para desenvainar nuestra espada y pelear.
Caminamos en sentido contrario a lo importante, como la sonrisa de nuestros hijos, el consejo de los mayores, la caricia de nuestra pareja, la oración de nuestra abuela, el amor incondicional de nuestra madre, el agradecimiento de un amigo.
Por todas estas acciones deberíamos de luchar, pero para no perderlas ni obviarlas. Para no convertirlas en certezas del paisaje, en elementos invariables.