Este retrato es una de las obras más interesantes de la colección por su simbología. El joven protagonista, del que desconocemos su identidad, posa de medio cuerpo y porta en una mano un pequeño pergamino que podría tratarse de una partitura musical, mientras en la otra parece sujetar una de las flores bordadas de la cortina verde, que divide la habitación en dos espacios.