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Acompañar el dolor de quienes han perdido un hijo o una hija y darse cuenta del profundo conflicto que esté hecho puede causar, hace inevitable observar la propia existencia y nuestros afectos con una mirada nueva, valorando lo que la vida nos ofrece día a día y dándole el peso justo a las dificultades que enfrentamos.

Ocurre con frecuencia que los problemas cotidianos nos abruman más de lo que debieran haciendo que dejemos pasar la posibilidad de ser felices.

Resulta importante para quienes han vivido el inimaginable dolor de perder un hijo o una hija, recuperar el amor por la vida, tener mayor conciencia de la responsabilidad de reconstruir los afectos y construir nuevos.

Aunque puede resultar difícil, se puede tener la seguridad de que a pesar de todo la vida es bella y que el dolor nos enseña a levantarnos para ser más fuertes.