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Aunque no nos apetezca asistimos diariamente al espectáculo de la política patria que esta abarrotada de seres que no son graciosos por guion, ni de forma innata. No lo llevan en el sueldo, no les pagamos por ser divertidos y ridículos. Sin embargo, hacen reír. Lamentablemente a menudo provocan la carcajada pero esta es una risa marcada por un rictus agrio. Porque las situaciones que protagonizan son de largo lamentables.

Lo de la votación parlamentaria de sus excelsas señorías en el Congreso es de traca. De vez en cuando, la polémica se desborda cuando lo que votan los 350 parlamentarios tiene especial trascendencia. Ha pasado con la reforma laboral auspiciada por la gran Yolanda Díaz,