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Hay muchos a los que se les llena la boca hablando de la indignidad de Catar. Un tal Patxi López, portavoz socialista en el Congreso se puso, en Madrid claro, un brazatele multicolor el día que España se estrenó en el mundial. Habría que decirle al amigo Patxi que se deje de postureo y tengo redaños para irse a Catar con el brazalete o a cualquier país islámico tan tolerante con los “diferentes” (es sarcasmo). Algunos jugadores se han mostrado disgustados con tener que jugar en Catar y amenazaban con mostrar su repulsa al régimen reivindicando en el campo la causa homosexual. Pero al final, los únicos que han tenido algo de coherencia y valentía han sido los jugadores iraníes al no cantar su himno en el terreno. Veremos a su regreso a casa las consecuencias de este gesto.

Si tan denostable y execrable es Catar, en lugar de discursos críticos medidos de cara a la galería, se debió haber planteado un boicot por parte de los participantes y santas pascuas. Si tanto nos preocupa la situación de los cataríes y repudiamos la ley islámica por la supresión de derechos que impone, dejemos de jugar con la retórica y hagámoslo también de facto en el campo de fútbol.