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¿Lo que pase en Andalucía será decisivo para la gobernanza nacional? ¿Será un indicativo de tendencias? ¿Se asustará el inquilino de La Moncloa, ese ser conspicuo y soberbio cuyo ego le sobrepasa en altura? Si la gente fuera irresponsable, el domingo 19 de junio con 40 grados en buena parte de Andalucía estará remojándose en playas o piscinas. Y puede que muchos pasen de la fiesta de la democracia. Quizá sería la mejor respuesta a estos políticos de medio pelo. Si la abstención fuera altísima el mensaje sería indudable. “Amigos políticos, prefiero refrescarme en la playa que jugar a su juego de intereses”, ex votante dixit. El populismo es esa tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo. El populismo se da la mano con la demagogia para embaucar, engatusar, engañar, cautivar, conquistar, convencer y vencer. El juego de la política tiene estas reglas y todo aquel que juega a ser político es conocedor de esas reglas. Habrá quien piense que no hay nada más honorable y admirable que consagrar la vida al servicio de lo público con el encomiable propósito de hacer la vida del ciudadano más fácil o, si me apura, menos complicada. Pero, despierte. No abundan los servidores públicos políticos con tan altas miras. La mayoría persigue el poder por un interés privado, el suyo propio. Y es que ser profesional de la política ofrece unos réditos nada desdeñables.