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Dios nos ha dejado su revelación por escrito en la Biblia

La Biblia no se originó por la iniciativa de ningún hombre. Fue Dios mismo quien ordenó que se pusiera por escrito el contenido de lo que él iba revelando:

Éxodo 17:14 Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo.

Éxodo 34:27 Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel.

Isaías 8:1 Me dijo Jehová: Toma una tabla grande, y escribe en ella con caracteres legibles tocante a Maher-salal-hasbaz.

Maher-salal-has-baz significa «rápido para saquear y rápido para llevar».

Jeremías 30:2 Así habló Jehová Dios de Israel, diciendo: Escríbete en un libro todas las palabras que te he hablado.

Jeremías 36:2 Toma un rollo de libro, y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta hoy. 3 Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado.

4 Y llamó Jeremías a Baruc hijo de Nerías, y escribió Baruc de boca de Jeremías, en un rollo de libro, todas las palabras que Jehová le había hablado.

Daniel 12:4 Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.

Habacuc 2:2 Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella.

Apocalipsis 1: 11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.

Apocalipsis 1:19 Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.

El hecho de preservar la revelación mediante la escritura fue una decisión sabia de parte de Dios. Por más que antiguamente, y especialmente en Israel, la transmisión oral de las tradiciones alcanzara elevadas cotas de fiabilidad, era inevitable que el contenido de la comunicación original no sufriera desfiguraciones en el transcurso del tiempo. La revelación no habría escapado a los efectos de este fenómeno natural. Sólo la escritura podía fijar la revelación de modo permanente.