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La primera lectura de hoy nos ofrece un fragmento del capítulo 45 del libro del profeta Isaías. Entre otras cosas, dice: “Cielo, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia”.

El rocío. Cuántas veces al despertar y salir temprano vemos el rocío en el césped. Parece que llovió, la tierra está mojada. Lo vemos también en los vidrios del coche. A veces es tanto que incluso pensamos: ¿llovió? No, no llovió. Sino que simplemente cayó sutilmente. No sentimos nada, pero ahí está el rocío.

Muchas veces el amor de Dios no lo vamos a sentir, pero ahí está. Incluso en las noches más oscuras de nuestra alma va cayendo como rocío que refresca y moja nuestros corazones endurecidos y secos.