Si vemos la historia de la salvación encontramos un Dios que es paciente con el pueblo. Así también es Dios con nosotros, el pueblo de Israel del siglo XXI. Él no se desespera de nuestros fallos, sino que espera el tiempo favorable, nuestra conversión.
Ojalá que en esta Cuaresma percibamos la paciencia que Dios nos tiene y que esto nos anime a no dejar de luchar a pesar de las caídas. Y que, al contemplar la paciencia de Dios con nosotros, también nosotros seamos más pacientes con los demás.