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Día 20 de la Cuaresma. Llegamos a la parte mitad de este maratón de la vida espiritual.

Hoy reflexionamos en la figura de Naamán el Sirio. Era un valiente general, distinguido por su valor, valentía, triunfos y éxitos. Pero en Naamán se daban dos contrastes: por un lado su fama, riqueza, honor..., pero al mismo tiempo tenía lepra. La armadura, que le daba una gran fama en la sociedad, también cubría su lepra.

Naamán se puso en camino, fue con Eliseo y obedeció lo que él le pedía para curarse.

Tres cosas que podemos aprender de Naamán: 

1. No vivir de las apariencias, no vivir detrás de una armadura, de las apariencias, de los roles sociales. Aceptar la lepra interna que tenemos.

2. Ponernos en camino en búsqueda de la curación, ponernos en movimiento buscando la sanación.

3. Ser sencillos en aceptar y tomar los medios que la Iglesia nos propone para sanarnos. No dudar del poder de la confesión, de la oración, de la Eucaristía..., de esos medios que la Iglesia nos ofrece.