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Con la llegada de la primavera en Roma comenzó a sentirse el polen. Quienes somos alérgicos comenzamos con síntomas como ojos llorosos, estornudos y fluido nasal. Esto hace que uno se pregunte si va a abrir o no las ventanas de la habitación, pues sabe que si las abre se meterá el polen, pero que si no las abre, el cuarto olerá a encerrado.
En la vida espiritual se nos presenta la misma pregunta: ¿nos abrimos a los demás, con riesgo a que se nos meta el polvo, o vivimos con las ventanas de nuestro corazón cerradas, con riesgo a oler a encerrados? 
Dios nos invita a ser cristianos en salida, que no tienen miedo de salir al encuentro de los demás, de ir a las periferias. Él sabe que quizás por eso nos vamos a ensuciar algo, pero Él nos prefiere así que encerrados, y además, nos ofrece el remedio para cuando se nos meta el polen: la confesión.
¿Qué tipo de cristianos vamos a ser a partir de ahora?