Todo bautizado está llamado a ser contemplativo y evangelizador, es decir, alma de oración y de acción. No podemos solo quedarnos con una cosa, pues son las dos caras de la moneda.
Hoy reflexionamos en la primera cara de esta moneda, el ser contemplativo. Analizamos cómo podemos hacerlo desde formas muy sencillas como la contemplación de la naturaleza y a través de una pieza musical, hasta la contemplación por excelencia del católico que es la adoración eucarística.
Pidamos a Dios la gracia de ser almas de oración y una profunda dimensión contemplativa. Solo ahí encontraremos las fuerzas para vivir en este mundo tan agitado y mantener nuestra fe viva y que alimente a los demás.